domingo, 8 de noviembre de 2015

Qué difícil es ser un dios

Es como si el director se metiera con la cámara al hombro dentro de un cuadro de El Bosco y se pusiera a grabar. El cuadro está vivo y los estrambóticos personajes se amontonan, se mueven de un lado para otro, nos miran y nos dejan pasar, quizá porque vamos acompañando a un personaje -con un cierto aire a Michael Douglas- que parece ser el jefe. Oímos conversaciones, pero no estamos muy seguros de quién habla ni a quién se dirige. Y todo esto en un ambiente asfixiante de vísceras, excrementos, cieno... en el que todos parecen sentirse muy cómodos. Eso sí, imágenes magníficas en blanco y negro. Para colmo de males, cuando la vi,  yo estaba un poco cansado de la semana, así que a los cien minutos me salí para tomar unos vinos con los amigos que se habían salido diez minutos antes. Después volví al cine y aún pude ver las escenas finales: unos hombres a caballo abandonaban un pueblo en medio de un paisaje sombrío y helado. Me gustó. Lo mismo tengo que verla otra vez... y entera.

1 comentario:

  1. Qué graciosos e incisivos son todos los comentarios. Qué blog más interesante y qué películas más raras.

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